¿Cómo elegir un amplificador?


Existen muchísimos mitos en torno a la elección de un amplificador en base a nuestras necesidades (tocar en casa, en bares o pubs, salas, ensayos, festivales...), su potencia, si es valvular o de transistores... así como dudas a la hora de elegir entre un combo, un cabezal, o un previo.



Cuestiones como "¿cómo quieres tocar con 50w en un festival si no tienes potencia?" o "¿por qué este amplificador a transistores vale más que mi valvular si los transistores son peores?" nos demuestran que, a pesar de la multitud de preguntas y respuestas existentes en foros, revistas y páginas, gran parte de los guitarristas siguen completamente "perdidos" a la hora de escoger uno de los instrumentos más importantes en su cadena de sonido.

Otros muchos compran amplificadores que no sirven bien para su propósito y pretenden arreglar esa divergencia con multitud de pedales, sin tener en cuenta que los pedales y efectos sirven para aportar un plus a la señal, no para cambiarla y transformarla por completo.

Llegados a este punto, sólo cabe decir que lo que importa es el tono, pero... ¿Qué tono? De nuevo, como en nuestro anterior artículo, nos encontramos con unos puntos clave, si bien, en este caso, más que basarse en materiales, el comprador debería basarse en sus gustos y preferencias a la hora de tocar.

De hecho, aunque hay pautas en algunos estilos musicales, estas bien pueden ser sorteadas, ya que el tono y las frecuencias de buena parte de los amplificadores pueden servir para diversos estilos.

Ahora si, veamos qué tipos de amplificador podemos escoger y qué diferencias existen entre cada uno. Primero, según las distribución de los componentes generales.


  1. Combo: Un combo es una unidad que integra a la vez todos los elementos del amplificador. ASí, tenemos un previo, que le otorga un sonido determinado, una etapa de potencia, y el altavoz con la caja correspondiente, que hace que en un bloque tengamos un amplificador con un sonido y un tono propios.

    El combo es la unidad de amplificación preferida por la mayor parte de compradores, entre otras cosas, por la comodidad, ya que no necesitamos llevar diferentes componentes cuando nos trasladamos, ni cablear cada vez que vamos a tocar o ensayar.

    Suelen ser fáciles de transportar, e incluso los combos "grandes", que no suelen pasar de 150W, no ocupan un espacio tan grande como puede ocurrir con una pantalla. Esto los hace indicados para llevar en coche, o incluso a mano. Además, ahorran la complicación de elegir cada componente por separado y, al ser todos de la misma marca, y realizados para un modelo en concreto, tenemos la seguridad de que sonarán bien.

    Al igual que todo, también tiene sus contras, y en este caso, se deben a ese carácter unitario e indivisible de sus componentes. Cada combo suena "a si mismo" de forma irreversible, a no ser que sufra retoques. Es decir, si yo tengo un combo modelo X, el sonido que genera es ese. Podemos tener tres tipos de sonido según el número de canales, incluso cuatro (limpio, saturado o crunch, distorsión, canal de solo), pero lo cierto es que un combo seguirá teniendo un sonido restringido, ya que de ninguna forma podemos combinar el sonido del previo con una etapa externa, o utilizarlo con diferentes altavoces según queramos tener un tipo de sonido u otro.

    En resumen, un combo es más fácil de manejar, más "seguro" al saber que el sonido que tiene es el propio del modelo y la marca. Pero también es poco versátil, no está sujeto a cambios drásticos, y no nos permite experimentar con diferentes elementos, como pantallas o etapas.


  2. Cabezal: El cabezal es la segunda opción preferida por los músicos, generalmente, mucho más utilizada en un ámbito profesional (por supuesto, existen muchas excepciones). Con un cabezal tenemos incluido un preamplificador y una etapa de potencia en una unidad superior, pero necesitamos un altavoz exterior (incluido en un bafle o pantalla).

    Esto implica varias cosas; El cabezal por si solo no suena, lo que implica que siempre hemos de ir acompañados de nuestra pantalla, que ha de tener una potencia, a ser posible, igual o superior al cabezal (un altavoz que recibe un exceso de potencia en W que no puede soportar romperá) y que pueda trabajar con la misma resistencia (ohmnios, que implicarán mejor conducción a menor cantidad) si es que no queremos estropearlo o perder una cantidad considerable de señal.

    Por otra parte, un altavoz puede suponer una diferencia extraordinaria con otro a la hora de hacer sonar el mismo cabezal, ya que "escogerá" qué frecuencias del mismo se resaltan más o menos. Esto implica que una mala elección de la pantalla puede arruinar nuestro tono, algo habitual cuando vas a tocar a una sala donde ponen el equipo y ahorran en materiales, disponiendo únicamente de pantallas de baja calidad. Cabezal de calidad con pantalla de baja calidad no tienen sentido, lo que hace que esta opción también sea, además de menos manejable, más cara.

    ¿Por qué, pese a todo esto, los cabezales suelen ser la herramienta preferida del profesional?

    Primero, porque en general (de nuevo hay excepciones), los cabezales suelen tener un rendimiento superior a los combos de un precio similar. Tengamos en cuenta que es un elemento mucho más específico. Al no tener en cuenta caja y altavoz, el trabajo realizado sobre el preamplificador y la etapa es más minucioso, lo que redunda en una mayor calidad. Además, el simple hecho de que un cabezal lleve menos elementos, hace que su coste sea más barato que el de un combo, que también incorpora esa caja y ese altavoz. Cuando no es así, es porque el fabricante del combo ha ahorrado en algún componente, lo que implica menos calidad general. Por supuesto, y siento insistir pero es necesario, esto es una generalización.

    Hay otra ventaja clara, y es la versatilidad. Un cabezal puede ser usado, no solo con diferentes pantallas, sino con más de una pantalla a la vez. Esto genera un sonido único. Esa posibilidad existe también en combos con doble altavoz, pero no podemos permitirnos cambiar de conos en cada concierto o cuando nos cansemos de un tono, algo que si podemos hacer con un cabezal.

    Un guitarrista con un cabezal estéreo y 4 pantallas muy diferentes podría ir rotando y combinando esas pantallas por parejas, consiguiendo así combinaciones muy diferentes.

    Esto también es válido para una sola pantalla. Con un solo cabezal podemos alternar entre diferentes pantallas y, jugando con su ecualización y el nivel de ganancia, utilizar el mismo cabezal para conciertos de rock, jazz, heavy... Algo que, en el mundo profesional, sucede muy a menudo.


  3. Previo: Se trata del último tipo de sistema de amplificación, el más difícil de manejar y transportar. Un previo es una unidad termendamente específica que no incorpora altavoz ni etapa de potencia. Esto implica que, si bien el previo tiene un tipo de sonido, puede ser combinado con diferentes etapas de potencia (valvulares, de transistores, de diferentes marcas) y, a su vez, cada una de estas combinaciones, puede ser combinada con diferentes pantallas. Una de sus mayores ventajas, además de esto, es que suele permitir el almacenamiento en presets, es decir, múltiples combinaciones de bancos de sonido, ya que la inmensa mayor parte de previos, inclusive los valvulares, combinan también la tecnología digital, que automáticamente guarda parámetros de ecualización. Esto hace que, con un previo de 3 canales, podamos acceder incluso a 30 o 40 combinaciones de sonido en cualquier momento.

    Esto hace que necesitemos más elementos en la cadena que, normalmente, requieren de un transporte seguro, que suele realizarse en un rack, un mueble diseñado para alojar unidades como previos, etapas o efectos. Evidentemente, al tener tres elementos (previo-etapa más armario protector y pantalla fuera del rack), el peso final aumenta considerablemente, y las combinaciones entre sus elementos hacen más difícil la elección para generar un tono u otro.

    Es muy probable que elementos que, por separado, tienen una gran calidad, no interactúen bien juntos, o que elementos de menor calidad resulten formar un buen tándem. 

  4. El previo tiene, además de la ventaja de una versatilidad casi infinita, y una posibilidad de combinaciones múltiples, la ventaja añadida de que, al no tener etapa de potencia incorporada, es ideal para grabaciones profesionales por línea, sin microfonear. Con una simple mesa de mezclas con etapa de potencia incluida, y un buen previo, las grabaciones con tu guitarra pueden sonar muy cercanas (salvando las distancias) a las que hacen tus ídolos. Por eso es común encontrar maquetas con un gran sonido de guitarra (conseguido con previos o emuladores como Guitar Rig o Amplitube, que son previos informáticos) y un mal sonido de batería o voz, que requieren de microfonía. Por supuesto, también hay que decir que un previo de alta calidad suele tener más variedad de sonido por si mismo, aunque siempre lo usemos con la misma combinación de etapa y pantalla. Después de todo, si te gastas 2000 euros en un previo, este habrá sido fabricado al detalle, lo que implica que, como preamplificador, ofrecerá más variedad y responderá muy bien a las diferentes ecualizaciones, llegando a variar radicalmente el sonido (algo muy común en previos de Mesa Boogie, por ejemplo). La parte negativa de esto, por contra, es que al variar un pequeño parámetro, el sonido puede verse afectado hasta tal punto que te alejes de lo que buscabas y tengas que probar durante horas, días, o incluso meses.

    Como resúmen final, todo depende de qué busques. Si no eres profesional ni asiduo al directo, y te gusta un tono muy determinado, o tocas estilos similares o muy definidos, la elección ideal es un combo. No te costará nada transportarlo, no te romperás la cabeza eligiendo los diferentes componentes, y no hbrás de ser tan cuidadoso con él ni gastarte tanto dinero en mantenimiento como sucede cuando usas más elementos.

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